Club M Buenos Aires – Arquitecto Flavio Domínguez



San Telmo tiene algo que hace que uno se sienta en otro tiempo. La arquitectura de sus edificios, llena de historia, nos puebla de misterios en una atmósfera pretérita. Y el viaje puede llegar hasta la Edad Media si, caminando por calle Balcarce, uno arriba hasta el antiguo edificio de Michelangelo. Un gigante de ladrillos que parece sacado de un libro de Dan Brown será el nuevo Club M Buenos Aires. El Arq. Flavio Domínguez,  que estuvo a cargo de la remodelación, nos cuenta cómo esta especie de monasterio medieval se convirtió en un moderno restaurante que conserva intactos los resabios del pasado.

“Este edificio conformado por tres bóvedas de cañón corrido, todo de ladrillo a la vista, es muy interesante porque tenía conexión con los pasajes subterráneos de finales del s. XIX. De hecho, hay todavía unas puertas que van a una especie de segundo subsuelo, que están clausuradas y no se sabe bien a dónde van o a dónde iban.” Así empieza el Arq. Flavio Domínguez a describir la magia del lugar.

Cuando funcionaba Michelangelo, casi todo se desarrollaba en la planta alta, donde se realizaban los shows de tango, y la parte de abajo era destinada a alquiler para fiestas. Ahora, el nuevo grupo que lo adquirió, desarrollará el tema de las fiestas, recitales, espectáculos en la parte alta.

Para la parte técnica hubo que cortar los ladrillos, lo cual fue complicado porque el edificio fue declarado monumento histórico y, por ende, cualquier intervención debió ser muy cuidada. De hecho, se hicieron algunos cortes, que fueron restaurados por una artista plástica que hizo todos los parches, imitando los ladrillos originales. El hecho de que el edificio sea muy oscuro, porque tiene poca luz natural, hizo que de día no se noten los cortes y, menos aún, de noche.

¡Fue un gran trabajo multidisciplinario en donde hubo que conciliar las diferentes opiniones que operaban sobre cada toma de decisión, tanto sea de el área de Marketing como de sus titulares y socios . Luego de varias idas y venidas y con la incorporación de Belén la esposa de unos de sus titulares logramos concretar mejor las cosas y logramos un estupendo equipo de trabajo.

¡La parte exterior tiene un gran logo de tres metros de altura: una M, adentro de una caja de metal, realizada en vegetal, o sea, toda hecha con plantas. En el arco de la entrada, con un ploteo, se hizo un dibujo de estilo heráldico, donde dice “M Buenos Aires”. Estas fueron las únicas modificaciones que se hicieron en la fachada. Luego, se iluminó con unos leds rojos para acentuar los ladrillos, y las partes de aluminio se envejecieron dándoles color ladrillo para que no sean tan protagónicos de día y de noche tengan un bañado de luz rojo, que es el color predominante en el interior. Con esto se consiguió preservar el edificio y darle un protagonismo nocturno, que antes no tenía.

Interiormente, se dejó  la primera bóveda totalmente libre para mostrar los ladrillos. Tiene un  arco para el guardarropas y un arco para la circulación que va al subsuelo, donde está la cava: allí se montó un espacio para 12 personas para degustaciones. En el resto de la planta baja, en la nave central, está la entrada al restaurante, equipado con mesas y sillas de Saarinen (el modelo Tulip, que ya es un clásico), es decir, con una impronta bastante fuerte,  y la entrada a un VIP,  un espacio más chico, pensado para 16 o 20 personas que se puede cerrar y alquilar para una reunión.

En el fondo de la parte central se hizo una gran barra de unos 5 metros de madera recuperada, al igual que las banquetas. Allí, el sushi – protagonista de la carta que es una fusión peruano-japonesa- se prepara directamente sobre la barra.

También hay un espacio de chill out con diseños de lámparas, sillones de terciopelo rojo y mesitas. Y la parte de atrás es todo un barrisol con leds con luces que van cambiando de color, es decir que se van creando distintas atmósferas a medida que el espacio se tiñe de rojo, lila, azul… esto provoca una cierta ruptura con este espacio tan estable.

 “Entonces, aparecen pequeñas mesas en la parte de la recepción y una vez que pasás al restaurante, todas las mesas y sillas son Saarinen en negro. Justamente quisimos hacer esta cosa modernosa clásica mezclada con este ambiente monacal y se integró muy bien”, describe el Arq. Flavio Domínguez.

Por último se trabajó  el final del espacio, donde están los ascensores y las escaleras que suben, los cuales se negaron con unos cortinados muy pesados de terciopelo rojo que se repiten en la entrada y que es el mismo material que envuelve los sillones.

Los pisos son de cemento alisado color gris neutro. Lo cual responde a que debieron realizarse muchas instalaciones en el suelo. La parte central ya estaba originalmente con ese material, entonces se continuó con el mismo en la parte nueva del restaurante. Esto aliviana la sensación de oscuridad en los espacios, ya que la única luz natural que tiene, procede de la puerta de vidrio que está en la fachada.

El Arq. Flavio Domínguez declara orgulloso: “Toda la intervención que se hizo se nota, es agradable, es muy vivible, pero siempre respetando la estructura del edificio. El concepto fue de respeto al edificio y hacer una intervención con toques modernos, pero que no choque con la estructura”. Y no es para menos, Club M Buenos Aires será, probablemente, un viaje al pasado, gozando de los lujos sutiles y las comodidades de nuestra posmodernidad.

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